Voy
a pedir perdón a los lectores de antemano, ya que el lenguaje de éste relato no
es, como decirlo… demasiado académico.
Hoy
voy a contarles una historia real, y cuando en la vida real se inflama la
verba, uno no suele prestar demasiada atención a los formalismos, por lo tanto
dejo a su buen criterio el seguir o no leyendo. Solo voy a eliminar algunos
detalles para que no sean identificables las personas involucradas, no es
cuestión de andar corriendo con demandas judiciales.
Mientras
viajaba en un colectivo, por la mañana, para realizar unas compras, escuchaba
las quejas del conductor- un señor gordito, medio petizón de anteojos oscuros,
cuello corto y grueso, y una barbita candado que parecía más bien un patovica de
bailanta- lanzadas al aire como para ver quien lo seguía luego de bajar un
viejito que mas que caminar se deslizaba despacito.
-¡Cómo
se aprovechan con los pases! ¿Podes creer que hizo dos cuadras?-y miró por el
espejo buscando apoyo a su reclamo.
-Y,
si… Les das la mano y te agarran el brazo entero-contesto uno de los pasajeros
sentado entre los primeros asientos.
Como
el coche iba bastante vacío, se escuchaban claritos los comentarios. Yo viajaba
sentado cerca de la mitad y miraba para otro lado, haciendo como que no
escuchaba, así no participaba de la conversación.
Lo
que apenas era un comentario fue ganando adeptos entre los que estaban cerca
del conductor, no sé si por convencimiento propio, por ser condescendientes o por sentirse
obligados, dada la cercanía al que con cara de pocos amigos se asomaba
inquisidoramente a través del espejo.
En
ese momento me vino a la memoria el mensaje del Papa en Brasil hacia los
jóvenes argentinos. Trataré de ser textual, aunque lo más importante es como lo
asimilo cada uno:
“Los
jóvenes y los viejos son los grandes excluidos en las sociedades modernas, no
se dejen excluir, hagan lío. A los viejos les digo, no se callen, no dejen que
los mantengan muertos en vida” (palabras más o menos, esa es la idea)
Ahí
tome coraje, y como me considero joven le hice caso, empecé a hacer lío.
Primero bajito, como pidiendo permiso y casi con un hilo de voz:
-A
lo mejor no puede andar mucho y para hacer esas cuadras tenía que tomarse un
taxi, y sabemos lo que cuesta.
Recibí
por respuesta sólo unas miradas de reojo y una que otra sonrisa sarcástica,
entonces seguí, ya alzando un poco la voz:
-Además
esos pases los pagamos entre todos con los subsidios al transporte, y la verdad
es que a mí no me molestan, me molestaría, en todo caso, verlo arrastrando los
pies dos o tres cuadras porque a nadie le importó.
Ésta
vez la respuesta fue silenciosa, algunos se miraban entre sí, y el conductor me
relojeaba por el espejo como si me estuviera midiendo. Pero yo ya había
levantado vuelo, así que me paré y empecé de nuevo, ésta vez ya gesticulando
con grandilocuencia y recorriendo el coche para uno y otro extremo:
-Qué
tan importante puede ser perder unos minutos para que suba o baje tranquilo, a
lo mejor esas únicas cuadras que hizo fueron toda una aventura para él, si
hasta es posible que con ese solo gesto nos esté tratando de decir algo.
-Sí,
que no tiene nada para hacer y como no paga pasaje, se pasea de a dos cuadras con
cada colectivo- interrumpía el conductor, ya empezando a ofuscarse por llevarle
la contra.
Casi
ignorándolo seguí con mí discurso:
-Quizás
nos dice que a pesar de las apariencias que nos limitan hay que seguir, no
abandonarse a esperar que pasen las cosas, superar todas las trabas, salir al
mundo y encarar el día a día con lo que se tiene. Seguramente podría haber
evitado salir de su casa, quedarse sentado mirando televisión y pedirle a
cualquier conocido que haga la diligencia por él ¿Quién le hubiera reprochado
algo? Pero tomó coraje y él solito y sin ayuda lo hizo.
-Que
lo defendé- me corto el conductor ahogado de bronca, y eses, con ese tono que
anticipa como mínimo una retahíla de insultos- Que lo defendé, si el viejo
choto estaba aburrido de estar al pedo en la casa y sale a jodernos a nosotros
haciéndonos perder tiempo.
No
me deje intimidar, yo ya me estaba erigiendo en el defensor de la tercera edad.
Seguí como si fuera un político haciendo un discurso de campaña tratando de
conseguir el apoyo popular. Lo mire al conductor directo a los ojos (a través
del espejo, claro) y le dije:
-Puede
ser, pero también es posible que no tenga a nadie y su única distracción sea
hacer esas dos cuadras para ver otra gente, o que está cansado que lo traten
como a un mueble mas o una mascota que solo necesita alimento y una limpieza
cada tanto y se escapa todos los días para ver si alguien lo extraña y sale a
buscarlo.
-Quizás
ya no quiere más sentirse una molestia para el resto de la familia y sale todos
los días para dejarlos en paz definitivamente… pero después decide volver
porque él nunca abandonó, siempre se bancó todos los desafíos que la vida le
puso por delante.
-O
quizás está esperando que sus hijos se den cuenta que llegaron a lo que ahora
son gracias a su sacrificio, a su trabajo, en definitiva para que vean que
todavía está vivo.
En
eso veo con preocupación que la cara del conductor estaba desfigurada, las
venas de su corto cuello hinchadas de ira, y decididamente clavaba los frenos
del vehículo para arremeter contra mi pobre humanidad…
Y
lo vi tan claramente que decidí solo seguir sentado cómodamente en mi asiento,
mirando para otro lado y haciendo como que no escuchaba para no participar de
la conversación. Después de todo conmigo no era la cuestión y ya me tenía que
bajar.
-Francisco, la próxima
vez sí hago lío, bueno, si me animo.
OMAR MAJUL
Trabajo registrado:http://www.safecreative.org/work/1310158443963