jueves, 31 de octubre de 2013

CAFÉS, PROMESAS Y JAZMINES




Aquí estoy… Sentado, esperando… Esperándote.
Acabé mi café y ya van…
Vos no venís. Ya lo sabía de antemano… Pero elegí creer que sí.
Viene el mozo y dudo entre pagar e irme o pedir otro café.
La idea de tu compañía es tan fuerte que soporto el horrible sabor del café quemado de éste bodegón.
Pido otro y sigo esperándote, jugando con el servilletero.
Me lo trae con la misma falta de amabilidad que todos los anteriores, solo que le suma el tique, como para que termine y me vaya.
Saco la billetera y pago sin mirarlo, como en un acto reflejo. El mastica un gracias a desgano mientras guarda los billetes en algo que alguna vez fue propaganda de cerveza.
Vuelvo a pensarte y esperarte…
No puedo terminar éste café… Y ya no sé si estoy asqueado o el nudo en la garganta no me deja tragar.
Salgo del encierro para poder respirar aire fresco… Tomo por la avenida hasta uno de los puestos de flores y compro jazmines, esos que tanto te gustan, bien blancos, fragantes… Inmaculados- Como lo que nosotros sentimos-siempre decís con esa carita de enamorada que me cautivó desde el primer día.
Paso por el cementerio… Acomodo las flores junto a tu foto y un beso en mi mano para dejarlo en tu boca… Ya no rezo, solo miro las cruces y lanzo mis reclamos al cielo…
Emprendo el regreso a casa.

    En el bar suelen escucharse los comentarios entre el mozo y el
    encargado:
    - No sé si compadecerme o hacerlo encerrar. Hace 10
    años que viene puntualmente todas las mañanas a esperar a su
    esposa y después le lleva flores, como si después de varios
    cafés se acordara de todo.

Amanece un nuevo día y empiezo mi rutina…
Otra vez puntualmente llego al bar por mi café y la espera.
Me miran mal… Como siempre.
Ya no me importa. Hace rato los escuche murmurando a mis espaldas.
Pero yo sé que vas a venir a buscarme en cualquier momento…
Nosotros nunca rompimos nuestras promesas.
Yo te prometí jazmines todas las mañanas… Y vos, cada vez que nos separábamos, que pronto volverías.

Pido otro café, y ya van…

                              OMAR MAJUL

miércoles, 16 de octubre de 2013

HAGAN LIO DIJO PANCHO




Voy a pedir perdón a los lectores de antemano, ya que el lenguaje de éste relato no es, como decirlo… demasiado académico.
Hoy voy a contarles una historia real, y cuando en la vida real se inflama la verba, uno no suele prestar demasiada atención a los formalismos, por lo tanto dejo a su buen criterio el seguir o no leyendo. Solo voy a eliminar algunos detalles para que no sean identificables las personas involucradas, no es cuestión de andar corriendo con demandas judiciales.
Mientras viajaba en un colectivo, por la mañana, para realizar unas compras, escuchaba las quejas del conductor- un señor gordito, medio petizón de anteojos oscuros, cuello corto y grueso, y una barbita candado que parecía más bien un patovica de bailanta- lanzadas al aire como para ver quien lo seguía luego de bajar un viejito que mas que caminar se deslizaba despacito.
-¡Cómo se aprovechan con los pases! ¿Podes creer que hizo dos cuadras?-y miró por el espejo buscando apoyo a su reclamo.
-Y, si… Les das la mano y te agarran el brazo entero-contesto uno de los pasajeros sentado entre los primeros asientos.
Como el coche iba bastante vacío, se escuchaban claritos los comentarios. Yo viajaba sentado cerca de la mitad y miraba para otro lado, haciendo como que no escuchaba, así no participaba de la conversación.
Lo que apenas era un comentario fue ganando adeptos entre los que estaban cerca del conductor, no sé si por convencimiento propio,  por ser condescendientes o por sentirse obligados, dada la cercanía al que con cara de pocos amigos se asomaba inquisidoramente a través del espejo.
En ese momento me vino a la memoria el mensaje del Papa en Brasil hacia los jóvenes argentinos. Trataré de ser textual, aunque lo más importante es como lo asimilo cada uno:
“Los jóvenes y los viejos son los grandes excluidos en las sociedades modernas, no se dejen excluir, hagan lío. A los viejos les digo, no se callen, no dejen que los mantengan muertos en vida” (palabras más o menos, esa es la idea)
Ahí tome coraje, y como me considero joven le hice caso, empecé a hacer lío. Primero bajito, como pidiendo permiso y casi con un hilo de voz:
-A lo mejor no puede andar mucho y para hacer esas cuadras tenía que tomarse un taxi, y sabemos lo que cuesta.
Recibí por respuesta sólo unas miradas de reojo y una que otra sonrisa sarcástica, entonces seguí, ya alzando un poco la voz:
-Además esos pases los pagamos entre todos con los subsidios al transporte, y la verdad es que a mí no me molestan, me molestaría, en todo caso, verlo arrastrando los pies dos o tres cuadras porque a nadie le importó.
Ésta vez la respuesta fue silenciosa, algunos se miraban entre sí, y el conductor me relojeaba por el espejo como si me estuviera midiendo. Pero yo ya había levantado vuelo, así que me paré y empecé de nuevo, ésta vez ya gesticulando con grandilocuencia y recorriendo el coche para uno y otro extremo:
-Qué tan importante puede ser perder unos minutos para que suba o baje tranquilo, a lo mejor esas únicas cuadras que hizo fueron toda una aventura para él, si hasta es posible que con ese solo gesto nos esté tratando de decir algo.
-Sí, que no tiene nada para hacer y como no paga pasaje, se pasea de a dos cuadras con cada colectivo- interrumpía el conductor, ya empezando a ofuscarse por llevarle la contra.
Casi ignorándolo seguí con mí discurso:
-Quizás nos dice que a pesar de las apariencias que nos limitan hay que seguir, no abandonarse a esperar que pasen las cosas, superar todas las trabas, salir al mundo y encarar el día a día con lo que se tiene. Seguramente podría haber evitado salir de su casa, quedarse sentado mirando televisión y pedirle a cualquier conocido que haga la diligencia por él ¿Quién le hubiera reprochado algo? Pero tomó coraje y él solito y sin ayuda lo hizo.
-Que lo defendé- me corto el conductor ahogado de bronca, y eses, con ese tono que anticipa como mínimo una retahíla de insultos- Que lo defendé, si el viejo choto estaba aburrido de estar al pedo en la casa y sale a jodernos a nosotros haciéndonos perder tiempo.
No me deje intimidar, yo ya me estaba erigiendo en el defensor de la tercera edad. Seguí como si fuera un político haciendo un discurso de campaña tratando de conseguir el apoyo popular. Lo mire al conductor directo a los ojos (a través del espejo, claro) y le dije:
-Puede ser, pero también es posible que no tenga a nadie y su única distracción sea hacer esas dos cuadras para ver otra gente, o que está cansado que lo traten como a un mueble mas o una mascota que solo necesita alimento y una limpieza cada tanto y se escapa todos los días para ver si alguien lo extraña y sale a buscarlo.
-Quizás ya no quiere más sentirse una molestia para el resto de la familia y sale todos los días para dejarlos en paz definitivamente… pero después decide volver porque él nunca abandonó, siempre se bancó todos los desafíos que la vida le puso por delante.
-O quizás está esperando que sus hijos se den cuenta que llegaron a lo que ahora son gracias a su sacrificio, a su trabajo, en definitiva para que vean que todavía está vivo.
En eso veo con preocupación que la cara del conductor estaba desfigurada, las venas de su corto cuello hinchadas de ira, y decididamente clavaba los frenos del vehículo para arremeter contra mi pobre humanidad…
Y lo vi tan claramente que decidí solo seguir sentado cómodamente en mi asiento, mirando para otro lado y haciendo como que no escuchaba para no participar de la conversación. Después de todo conmigo no era la cuestión y ya me tenía que bajar.
-Francisco, la próxima vez sí hago lío, bueno, si me animo.

                                             OMAR MAJUL

Trabajo registrado:http://www.safecreative.org/work/1310158443963